Sí, tenemos más de dos criaturas

Os cuento mi historia y vivencias como madre de cuatro criaturas. Cada embarazo, parto y crianza todas ellas vivencias distintas. ¿Te animas a leer mi historia?

– ¿Pero cuántos hijos tienes?

– Más de dos…

– ¡Qué valiente!

Esta cuestión es la pregunta “top” desde que me sumergí en este mundo tan apasionante de la maternidad. Y la respuesta a veces hace que los ojos se queden inmóviles. Valiente es un cumplido, porque muchas veces no se sabe qué decir.
Siempre quise tener muchxs hijxs. Cuando soñaba despierta era un propósito. Durante algún tiempo estuve buscando un padre para nuestros futuros hijxs.

Y tuve épocas en las que solo encontré amantes, no era el momento para la maternidad. La verdad es que nuestros hijxs llegaron cuando encontré, no al padre, sino al amante, que estaba en el lugar idóneo y el momento preciso para empezar una relación de amor.

Nuestro primer hijo

Nuestro primer hijo llegó después de mucho tiempo de búsqueda. No fue fácil tomar la decisión. Siempre había muchas cosas pendientes de hacer que no podíamos posponer. Tuvimos nuestro primer aborto, tan natural de encajar pero tan difícil de aceptar socialmente hablando, ya que nadie nos habla de ello.

Nos adentramos en la maternidad con confianza plena y absoluta, con el embarazo, el parto y la crianza. Devoramos libros, y debatíamos mucho sobre cómo lo íbamos a hacer, bien, seguros…

El embarazo y el parto fueron un regalo. La lactancia, un éxito, como la crianza, basada en cuatro ojos sobre todos sus movimientos. Si dormía le observábamos, si hacía caca nos poníamos a dar palmas, si se tiraba un pedo y eructaba, lo celebrábamos… Vivíamos con las emociones a flor de piel, conocíamos y disfrutábamos de todas sus rutinas.

Y llegó el segundo…

Tener un segundo hijo o hija era un mínimo, queríamos educar en tribu. Al dar lactancia materna al primero, la regla tardó en llegar, pero en cuanto regresó, un mes nos bastó para volver a vivir el disfrute del embarazo, esta vez menos conectada, pero intentando buscar ratitos para mí y nuestro futuro bebé.

Nuestro foco no era este segundo embarazo, era nuestro primer hijo, que estaba en un momento álgido, con lengua de trapo, caminando, y descubriendo el mundo. Fijaros si el centro era él, que estuve porteándole en la mochila hasta el 6 mes de embarazo, porque no había otra manera de dormirle. Yo me sentía agotada. Recuerdo este embarazo con menos conversaciones con el padre de mis hijos, pero hubo una conversación que nos tuvo inquietos: Ya con una barriga grande, nos preguntamos eso de: “¿Podremos amar a nuestra segunda criatura como a la primera?” Y nos decíamos, los dos al unísono: “Eso es imposible.” Y nos venía un sentimiento de culpa y abandono horrible. Quiero adelantaros que ser madre de tantas criaturas me hizo sentir el amor como algo muy intenso, algo muy grande que no tiene tope. Se puede amar a todos a la vez, sin límites, sin importar el orden de llegada. Porque no tienes una criatura igual a la otra, cada hijo o cada hija son seres independientes, y eres capaz de amarlos de forma indivual. Porque cada criatura saca de mí una mujer distinta, una madre distinta.

Este segundo parto fue veloz como el embarazo. Llegamos a casa con la conciencia de no dejar de lado a nuestro otro hijo. Con esta segunda criatura intentamos buscar momentos de soledad, pero recuerdo pocos, nos apetecía mucho estar juntos los cuatro, con la sensación de no perdernos nada de ninguno de los dos. Es verdad que alternábamos las rutinas, había días que la bebé se adaptaba a la dinámica familiar y días en que los tiempos los marcaba ella.

Continué con la lactancia materna, más allá del embarazo y el parto, y me asesoré sobre la lactancia en tándem, que duró unos pocos meses.

 

La búsqueda del tercero

Cuando me reencontré con la menstruación después de mi segundo parto, nos propusimos fluir, quitar nuestro método anticonceptivo y reencontrarnos con nuestra diada. Pues fue rápido, tan rápido que nos costó encajarlo. Este embarazo fue más rápido si cabe, pero más consciente. Empecé a tener contracciones en el primer trimestre. Se me ponía la tripa dura, me avisaba de que tenía que sentarme o tumbarme, parar y descansar. Tuve la sensación de estar embarazada porque tuvieron que hacerme más ecografías para ver los uréteres de nuestra criatura intrautero. Eso me hizo tomar más conciencia del embarazo. Además, estuvo en posición sentada en el interior del útero hasta la semana 32. Gracias a mi trabajo personal y a mi “doctora del alma”, le convencimos para que se diera la vuelta, y poder así tener un parto vaginal.

Adaptábamos nuestra vida a nuestras dos criaturas pequeñas, sin pensar mucho en el embarazo. En realidad esta manera de vivir el embarazo era muy “desde la aceptación”, poniendo la limitación cuando esta llegaba. Y mi cuerpo me hablaba, pero no desde el miedo. Esta emoción no tenía cabida con dos niños tan pequeños, más aún queriendo hacer una educación respetuosa.

El parto fue menos apresurado que el segundo, pero lo viví con más miedo. Quería que todo saliera bien, pero no podía aceptar que pasara algún imprevisto. Fue un parto velado, y sentí que después de vivir el embarazo sin pausa, este niño venía con buena suerte, y que nos iba a impregnar de ella a toda la familia. Y así fue.

Pero si recuerdo algo con verdadera emoción fueron las presentaciones en el hospital con sus hermanxs. Esta parte la cuidamos muchísimo. Las personas que nos apoyaron durante el parto, quedándose con nuestro hijxs pequeñxs, nos acercaron a nuestros hijxs al hospital. El papá bajó a buscarles para que fueran los primeros en conocer a su hermano, y así integrar al nuevo bebé desde el principio.

La vida con tres criaturas pequeñas, nos hacia vivir dando prioridad a las necesidades básicas de los tres, ya que eran pequeños, pero sentíamos que estábamos más relajados, disfrutando más de una crianza en tribu, donde todxs se benefician y donde todxs salen damnificados.
Cuando llegó esta nuestra tercera criatura me di cuenta de lo difícil que fue la crianza del número dos en orden de nacimiento. No porque pasará nada con la bebé. Era yo la que no supo encajar una segunda hija con menos tiempo de dedicación, con menos exclusividad, con más exigencia por todo el tiempo que habíamos dedicado antes a nuestra primera criatura. Ahora no podía “no estar a la altura”, no dar lo mismo. Craso error. Me exigía todo el tiempo y eso me bloqueaba, me hacía no conseguir mis propósitos, estar siempre alerta y estresada. Con la tercera criatura hice las paces con esta sensación tan desagradable, me reconcilié con la vida y con los tiempos. Y empecé a buscar momentos de calidad, con mis criaturas, y no momentos de cantidad, como venía aconteciendo. También aprendí que dedicar ratitos de exclusividad a cada uno de nuestros hijxs era algo muy enriquecedor para ellxs y muy reconfortante para mí.

 

Mi cuarto embarazo

Antes de quedarme embarazada de nuestra última hija, vinieron un sinfín de pros y contras, escritos en papel, donde intentábamos llegar a consenso. Al final llegamos a la conclusión que donde comen tres comen cuatro. Hoy podemos argumentar que donde comen tres, NO comen cuatro.

Nuestra última criatura fue como un regalo de autoafirmación. Un regalo que nos hace sentir que todo está bien. Que vivir en una casa con tantas criaturas, es un pedacito de mundo y sociedad en el hogar, donde nos tenemos que poner de acuerdo cuando queremos hacer algún plan, donde nos enfadamos, nos molestamos cuando queremos buscar espacios de soledad y silencio, donde el juego y la palabra son nuestra bandera, y donde las cosas no se basan en las teoría del “debes hacer”, sino en la de “hay que hacer”, donde la ropa tiene una segunda y tercera vida. Y donde el aprendizaje es vivencial entre semejantes. La mayoría de las veces saben resolver solos las situaciones que aparecen durante la convivencia, sin preguntar a los adultos. Y esto es un regalo de vida.

Siempre hemos sabido, y la vida nos ha confirmado que los hijos son pequeños maestros que llegan a nuestras vidas para ponerla patas arriba, pero también son maestros entre ellxs. El aprendizaje fluctúa, a veces va de mayor a menor, otras de menor a mayor, y otras es algo nuevo para todxs.